Cuando todo es ¡NO!
Una sola palabra y… ¡cuánto significado encierra! Porque el NO reafirma la posición de los niños en el mundo, su capacidad de pensar y también de decidir qué quieren o no.
Autoafirmación en los pequeños, rebeldía en los mayores, el NO puede llegar a generar situaciones conflictivas que, con tacto y una serie de estrategias adecuadas, podemos solucionar.
Las normas sirven como guía para la conducta de cada miembro de la familia -estableciendo los límites que no se deben transgredir- proporcionan al niño una guía para comportarse, así como una base para predecir y anticipar la conducta de los demás. Ordenan el ambiente, lo hacen coherente y aportan seguridad.
Las normas deben ser estables, no cambiar en función de los estados de ánimo de los padres/madres o cuidadores. Es muy importante que los/as adultos responsables estén de acuerdo en las pautas educativas. Si no es así, los niños/as y adolescentes se confundirán.
Los límites no son sinónimo de castigo sino de enseñanza, marcan lo que se espera de nosotros, además, ayudan a los niños a asumir el control de su comportamiento (ajustándolo en función de las respuestas que reciben o de las consecuencias de sus actos) y les enseñan a ser responsables.
Ante el NO, los niños más mayores, comienzan a aprender a negociar con nosotros y a intertar que cambiemos nuestros NO por SI, o a negarse a hacer lo que queremos que hagan. Aquí entra en juego nuestra capacidad de ceder en determinados momentos, relativizar y tener criterio sobre aquello que pueden hacer y lo que no es posible de ninguna de las maneras.
Los límites, aunque en ocasiones pueden resultar complicados, son necesarios y de vital importancia en la educación, y desde la primera infancia, ya que saber cómo actuar y hasta dónde se puede llegar establece un marco seguro de referencia con el que es fundamental contar a cualquier edad.
Las normas en su vida, y en nuestro hogar, deben ser limitadas pero firmes. No se trata de tener un “Código penal en miniatura” pero sí de que sepan que hay cosas que son inamovibles, especialmente si se refieren a su seguridad, protección, salud, educación y valores como el respeto hacia de los demás. Ahí entran sus horarios y rutinas, lo que tienen o no permiso para hacer y cómo se espera que se traten a sí mismos y al resto (hermano, amigos, profesores,….).
Tienen que saber que hay cosas que son innegociables y otras cosas en las que sí podemos transigir o ceder. Ellos, por ahora, no pueden ordenar ni mandar, teniendo siempre muy presente que educar es una carrera de fondo y que lo que aprendan durante su infancia les acompañará durante el resto de sus vidas.