Destacar o pasar desapercibido…
Si la mayoría de personas, en contra de lo que la tendencia a “ser popular” que las redes sociales parecen indicar, prefieren mantenerse alejadas de los focos y observar. Entonces ¿Por qué, en muchas ocasiones, queremos que los pequeños destaquen? ¿Qué sobresalgan y brillen socialmente en sus talentos?
Como adultos responsables tenemos que tener en cuenta que muchos niños y niñas prefieren también mantenerse al margen. Tranquilos. Al igual que nosotros. Ya sea porque no necesitan demostrarle nada a nadie o porque eligen “andar su camino” sin llamar la atención.
Si observas que tanto en casa como en su entorno escolar -y así te lo hacen saber sus profesores- tu hijo o hija está constantemente llamando la atención es vital mantener la calma e intentar descubrir qué es lo que está pasando. Puede que el motivo sea que no se siente demasiado seguro o que, por el contrario, se deba a un exceso de confianza. En este último caso lo más recomendable sería hacerle ver que no es necesario estar permanentemente llamando la atención y acaparando el protagonismo porque, además, a nadie le gusta compartir su tiempo con alguien que es siempre así. Que debe de aprender a compartir el espacio, los turnos y, ante todo, a respetar a los demás.
Si bien es cierto que también hay chicos y chicas a los que les gusta salir a la pizarra, levantar la mano cuando el profesor pregunta, hablar ante los demás en fiestas o en actos del colegio o representar a su clase asumiendo el rol de líderes. Y esto, que si es aceptado por el resto del grupo es algo maravilloso, puede dar lugar a roces en el entorno escolar de los que habrá que estar muy pendiente para tratarlos con sus tutores o profesores viendo de qué manera podemos enfocarlos en cada caso concreto.
Respecto a los más tranquilos, como comentábamos en el anterior rango de edad, deberemos diferenciar entre timidez e introversión. Hablamos de timidez cuando el comportamiento tiende a hacerles desaparecer por una cuestión de miedo a lo que pueda pasarles ante confrontaciones cotidianas que puedan surgir en el día a día o ante el temor a lo desconocido. En cambio, la conducta de los niños y niñas introvertidos no tiene por qué estar relacionada con el miedo o la angustia ante determinadas situaciones o ante los demás. Sencillamente son niños que prefieren la tranquilidad y que no necesitan “estar en el escenario” para disfrutar. Lo cual no significa que no puedan hacerlo si no que sencillamente no quieren.
A los pequeños que son tímidos debemos ayudarles fomentando su confianza:
Alentando sus logros, así como la toma de decisiones.
Ofreciéndoles espacios para la socialización en donde se sientan seguros.
Evitando la sobreprotección.
Enseñándoles a relativizar ante los errores, así como de la importancia de estos en nuestro aprendizaje.
Y haciéndoles ver que todos y todas somos iguales y que, él o ella incluidos, tenemos grandes cosas que ofrecer.
Y si son introvertidos o reservados por naturaleza y optan por mirar el mundo desde un “pasillo lateral” aceptarlos, pues es un tipo de carácter tan válido como cualquier otro y no quita que no puedan ser felices y jugar sus cartas con la misma maestría y destreza que los primeros de la fila.
En cualquier caso, nosotros como adultos, tendremos que hacerles ver que, ahora y siempre, estaremos ahí para lo que necesiten y que querer a una persona supone apoyarle, ayudarle y aceptarle como es -amigos incluidos-, ofreciéndole nuestros consejos siempre que lo necesiten y enfocándonos en su felicidad y en su bienestar.