Educar en valores
Educar no es solo enseñar conocimientos o habilidades útiles, es también transmitir valores, formas de ver la vida, la propia cultura y el sistema por el cual nos regimos en nuestro día a día. Lo que está bien y lo que está mal, cómo nos relacionamos con el resto de personas, lo que debemos hacer y cómo respondemos ante los dilemas cotidianos.
Ante un reto de dicha envergadura, los mayores tenemos que convertirnos en nuestra mejor versión de nosotros mismos. Como adultos, y como personas responsables, debemos de actuar siempre movidos por los valores principales que queremos transmitir, que dan sentido a la vida, y que nos permiten convivir en paz y en armonía, como son el respeto, el trato de igualdad, la solidaridad hacia los demás o el compromiso con el cuidado de nuestro planeta. Y cuando pasamos a ser padres, esta responsabilidad debe ser mayor si cabe. No solo tenemos que actuar con valores por el bien de la sociedad y la convivencia sino que, además, debemos de convertirnos en el ejemplo a seguir de las generaciones venideras.
Si el valor del amor y el afecto es clave en cualquier relación humana, porque una persona que ama y que es respetuosa con los demás recibe a cambio lo mismo, igual de importantes son el valor de la amabilidad y el de la generosidad.
Debemos enseñar a los niños, y a los adolescentes, que hay que ser amables y generosos con uno mismo: cuidar el aspecto físico, tratar con respeto las cosas, buscar tiempo para hacer aquellas actividades que nos gustan… y, por supuesto, también con los demás. Saludar por las mañanas, dar las gracias por las cosas que hacen por nosotros, compartir los juguetes, ayudar a un compañero que le cuesta hacer los deberes…
A estas edades es indispensable inculcarles el valor del trabajo, de la responsabilidad y de la confianza. Enseñarles a ser constantes, pacientes y tener tesón para alcanzar los objetivos que se propongan, ya sean más grandes o más pequeños, además de hacerse responsables de sus actos porque, aunque todavía son pequeños, tienen que comenzar a entender que todo lo que hacen y todo lo que dicen tiene repercusiones en los demás.
Y también a ser educados. Y a confiar y dar confianza, ya que al igual que esperamos cosas de las personas que nos rodean ellos también las esperan de nosotros.
Por su seguridad deben aprender también a ser prudentes, pero sin olvidar que en determinadas ocasiones es importante ser valientes para defenderse y defender a otros. El valor de la justicia, de lo que les conviene o no, y de lo que está bien o no empieza a tomar importancia a estas edades.