La frustración no está tan mal…
La frustración es una emoción natural. Y que muchas veces las cosas no salgan bien a la primera algo de lo más normal. Además, en ocasiones, aprendemos más de nuestros errores, y de la propia frustración que estos conllevan, que de nuestros éxitos. Por eso, a través esta publicación de Cuida de Mí queremos hablarte de diferentes estrategias que pueden ayudar a los pequeños y a los jóvenes a desarrollar la resiliencia emocional necesaria para lidiar ante diferentes situaciones frustrantes teniendo en cuenta que no siempre se puede conseguir lo que se quiere. Que las cosas pueden no salir según lo planeado. Que nadie es perfecto, y eso está bien. Y que el sentido del humor es una gran herramienta que podemos utilizar en estos casos y en otras muchas ocasiones.
Adolescencia e impaciencia suelen ser dos conceptos que siempre van de la mano. La adolescencia, además, acostumbra a equipararse con la etapa de la primera infancia. La de las rabietas de los dos años, solo que con mayor capacidad de argumentación. Es un momento de grandes cambios en el que el cerebro sufre una “explosión” neuronal parecida a la de los 0 a los 3 años y un “estallido” hormonal que les hace necesitar más experiencias, más novedades y más “todo para ya”.
Si tus hijos se sienten abrumados antes tantas emociones, no te preocupes, es normal. Intenta mantener la calma y establecer los límites necesarios y adecuados a esta nueva situación. Y, en el caso de que se comporten de forma impaciente, exigente o incluso poco adecuada en determinados momentos, intenta comprender que no lo hacen por fastidiarte ni por hacerte la vida más difícil, simplemente suele ser algo inherente a esta etapa de tantas turbulencias emocionales.
Ante semejante marea de emociones se impone un cambio de perspectiva y un plus de creatividad para poder encontrar soluciones a las situaciones frustrantes que les tocará vivir, al menos hasta que la “tormenta adolescente” amaine. Tómate tu tiempo para respirar profundamente siempre que lo necesites y para encontrar la calma antes de reaccionar porque todo lo que hagas ahora sembrará de forma inconsciente en él o ella formas de actuar y de abordar los problemas ya que, ante todo, tú eres su modelo y su referente. Por eso, tengamos siempre presente que la paciencia comienza por nosotros mismos, los adultos; quienes debemos tratar de ser un buen ejemplo a seguir.
Practica la paciencia y repítele tantas veces como sea necesario que, a pesar de lo que las redes sociales o los medios parecen mostrarnos, las cosas no son instantáneas y que lograrlas conlleva su tiempo y su esfuerzo. Que la recompensa rápida es efímera y poco valiosa. Y que los obstáculos en la vida, igual que los fracasos, son una constante que hay que asimilar y afrontar porque son parte del camino.
Como comentábamos en el anterior rango de edad, sigue siendo esencial enseñarles a mantener una actitud positiva ante la vida y ante los retos, ya sean grandes o pequeños, así como a valorar lo que tienen o lo que han conseguido, aunque no sea exactamente lo que deseaban. Es necesario que comprendan que no siempre se puede conseguir lo que se quiere o en el momento en el que se desea.
Ayudémosles a convertirse en individuos autónomos, resolutivos y eficientes estando a su lado, apoyándoles, pero no dándoles siempre la solución a todo. Mostrémosles el poder que tiene la creatividad como herramienta para superar cada caída y cada reto, y la cual les ayudará a poder encontrar soluciones innovadoras a problemas frustrantes, sin procrastinar o aparcar lo que no quieren afrontar, ya que esto puede llegar a convertirse en un problema mayor.
En Aldeas Infantiles SOS nos preocupamos por promover entre los jóvenes la tolerancia a la frustración como habilidad clave para adquirir resiliencia, esa capacidad de adaptarse y recuperarse ante las situaciones adversas. Entre las estrategias que se pueden enseñar a los jóvenes para reducir el estrés y la sobrecarga está el aprender a priorizar tareas y abordarlas una a una, sin prisa, pero sin pausa ya que seguramente esto hará que sus retos o propósitos sean más llevaderos, así como alcanzables. También resulta útil aprender a delegar y a decir no a lo que no se puede asumir, para reducir el estrés que produce enfrentarse a un gran volumen de trabajo o de responsabilidades.
Otro punto importante es seguir enseñándoles a interiorizar que los errores forman parte del camino. Del aprendizaje. No son fracasos sino pasos hacia adelante, por muy pequeños que sean. Por eso, en lugar de enfocarnos únicamente en el resultado final, alentemos y celebremos cada esfuerzo, cada intento, porque esto les ayudará a desarrollar la tan necesaria confianza en sí mismos y les proporcionará la motivación para seguir intentándolo.
Cuando los jóvenes se sientan abrumados por la frustración es fundamental estar a su lado y, en caso de que sea necesario, buscar apoyo profesional, que es clave para llegar a evitar las dos patologías más frecuentes que merman el bienestar mental y emocional: la ansiedad y la depresión. Un profesional puede reeducar la baja tolerancia a la frustración, enseñarles a ser compasivos consigo mismos y a no culparse por los errores o los fracasos, ayudándoles a verlos como oportunidades. Muchos adultos que padecen ansiedad o depresión podrían beneficiarse también de este tipo de ayuda y aprender lo que quizás no interiorizaron de pequeños: cuidarse y protegerse ante las exigencias de la vida, mejorar su autoestima, rodearse de personas vitamina y aprender que pueden sentirse seguros y valiosos, incluso en situaciones difíciles.