¿Niños difíciles?
Cada niño y cada niña es un mundo desde que el momento en que nace y algunos, ya desde el inicio, muestran una personalidad algo más compleja. En ocasiones puede tratarse de una simple cuestión de concentración o calma y, otras, de una menor tolerancia a no conseguir lo que necesitan, o una necesidad más grande que los demás de recibir atención. Los casos son tan diversos que no hay recetas, ni libros, ni consejos infalibles. Cada persona es única y solo la experiencia y el cariño incondicional, paciente y comprensivo, pero firme en los límites, nos ayudarán en nuestro día a día.
Cuando los niños con un carácter “más complejo” van creciendo y se van haciendo mayores sus peculiaridades y su forma de comportase suelen interferir de manera determinante en su vida social ya que comienzan a ampliar su círculo y no todo el mundo está dispuesto a aceptar su actitud o su forma de ser o de reaccionar ante determinadas circunstancias.
Como comentábamos en la edades de 0 a 3 y de 3 a 6 años, como prevención en la infancia, se recomienda tener paciencia, mostrar un afecto incondicional, así como una comunicación fluida y una concepción clara del amor y también de las normas y los límites. Y cultivar un vínculo de unión creando momentos felices en familia a los que poder volver mediante el recuerdo cuando las cosas se pongan difíciles.
En todo momento debemos de tener presente que estos niños necesitan más atención o dedicación, por las razones que sean. Y también comprensión sin límites, porque no hay nadie, ni niño ni adulto, que disfrute viviendo en un conflicto permanente y continuo. Porque a ellos tampoco les gusta reaccionar de la forma en que lo hacen, pero no lo pueden evitar.
Muchas veces, cuando convivimos a diario con las situaciones de estrés que vienen derivadas de sus comportamientos tendemos a culpabilizarnos a nosotros mismos, a ellos, a la herencia genética o a los errores más mínimos. Pero esto no lleva a ninguna mejora del ambiente sino todo lo contrario. Por eso, lo más adecuado es intentar buscar soluciones, y no disputas estériles.
Es importante, ante esta situación, que los adultos demos ejemplo no instalándonos en una queja continua, en una vida en la que presuntamente nada va bien, nada se hace bien y nadie está contento. El vaso debe intentar verse medio lleno, aportar optimismo, creer de verdad que todo va a ir bien y trasladar la comprensión ante los defectos y la imperfección que nos hace humanos. Un poco más de “no pasa nada” y de “borrón y cuenta nueva”. Y, si se necesita, no tener miedo de buscar ayuda profesional que nos pueda guiar.