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¿Niños hiperactivos o simplemente movidos?

La hiperactividad en los niños es una afección que afecta entre un a 2% – 5% de la población infantil. Más frecuente en niños que niñas y, normalmente, de carácter hereditario -en la mayoría de las ocasiones se registran casos previos en madres, padres o en parientes cercanos- suele conllevar movimiento o actividad constante, así como dificultad para concentrarse y para controlar los impulsos.

Cuando hablamos de TDHA nos estamos refiriendo al funcionamiento del cerebro de una manera un poco diferente a la del resto, por eso creemos que es importante saber a qué nos referimos cuando hablamos de este trastorno, y a qué no, y qué podemos hacer para intentar mejorar nuestro día a día, ya que vivir al lado de un niño cuyo movimiento parece no tener fin puede resultar realmente agotador, más cuando los síntomas interfieren en diferentes ámbitos de su vida como el escolar, el emocional o el social.


En el momento en que el niño comienza la Educación Primaria, y existen una serie de exigencias formales como estar sentado o concentrarse en una determinada explicación o tarea, empezamos a contar con elementos clave para  comprobar si ese movimiento inquieto puede deberse o no al TDHA.

Los niños hiperactivos tienen muchas dificultades para controlar sus movimientos o seguir una norma como, por ejemplo, aguantar sentados toda una clase completa escuchando al profesor, y no por falta de voluntad sino porque sencillamente no pueden hacerlo.

Lo mismo sucede a la hora de controlar sus emociones, lo que les hace ser más impulsivos y explosivos que el resto de los niños de su edad y, en ocasiones, hasta agresivos.

A nivel académico, su inteligencia sigue la misma distribución que en la población sin esta afección. Es decir, hay niños hiperactivos con una inteligencia superior a la media, en la media y por debajo, no hay una norma. Aunque se suela decir que son niños más listos, esto no es así. Sin embargo, las dificultades para concentrarse sí que pueden influir en sus progresos académicos llegando a generarles problemas con la lectura, la escritura y la redacción, ya que éstas requieren de planificación y concentración. Se sabe además que la hiperactividad a menudo convive con otras dificultades como son la dislexia, la discalculia o la disgrafía.

Para calmar a un niño, y esto es válido también tanto para los que son inquietos como para los hiperactivos- lo ideal es que tenga unas rutinas muy marcadas a las que atenerse. Introducirle desde pequeño algunas técnicas de relajación como el yoga o el mindfulness también es una buena idea para generar autocontrol. Y hablarle claro y sin muchas indicaciones seguidas al pedirle cosas, advirtiéndole cuándo no se comporta de manera adecuada para que sepa a qué atenerse, ya que por sí mismos, en ocasiones, pueden no percibir que traspasan los límites.

Es interesante que, si tu hijo ha sido diagnosticado con TDHA, busques información y apoyo en las asociaciones que existen para agrupar a padres y así contrastar tus apreciaciones, compartir preocupaciones y trucos y asesorarte de las ayudas que puede recibir. Y también es muy importante que se reconozca su necesidad de apoyo educativo formalmente para que pueda adaptarse convenientemente el programa curricular y las exigencias a sus circunstancias específicas de modo que así se facilite su aprendizaje.

 

Ponte en la piel de un niño hiperactivo

A través de este emocionante vídeo podrás conocer cómo se sienten niños y adolescentes con hiperactividad y lo que le piden a sus profesores para que les comprendan.

De 0 a 3 y de 3 a 6 años
De 6 a 12 años
De 12 a 16 años
De 16 a 18 años

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