Niños tímidos. Ayudándoles a mejorar su capacidad de relacionarse
Personalidad, sentido del ridículo, audacia, prudencia, sentido del humor.
En una sociedad en la que ser extrovertido y tener grandes capacidades de relación es casi automáticamente sinónimo de éxito, ser introvertido o mostrar timidez se considera poco menos que algo negativo. Pero ser tímido no significa no tener la capacidad de poder relacionarse con los demás y, además, hay mucho que se puede hacer desde la educación y desde la voluntad de querer conectar. Porque es posible aprender a ser más sociable, a superar la vergüenza o el miedo a hacer el ridículo, y también a quererse más, con el objetivo de llegar a ser un adulto feliz, que se acepta tal y como es, y que se relaciona con los demás de una forma totalmente satisfactoria. El entorno, así como los aprendizajes, interacciones y experiencias vividas durante la infancia, serán factores determinantes.
Aprendiendo a hacer amigos.
En la etapa de primaria es donde empiezan a cobrar más importancia los amigos y donde se viven con más intensidad los conflictos, las rupturas, la “deslealtad” y las críticas que conforman la imagen que creemos que los demás tienen de nosotros. La palabra que debería definir este periodo es: práctica. Entrenamiento en lo social. Actividades extraescolares, salidas, fiestas, actuaciones… todo lo que nos exponga -en un ambiente controlado y de cuidado- a mostrarnos a los demás y a aceptar esa “presentación en sociedad”.
Los niños y niñas que son tímidos no necesariamente odian esas situaciones. La mayoría querrían encajar, tener los recursos necesarios para no sentirse mal y para poder disfrutar. Fomentemos por tanto las oportunidades con adultos y con niños que les aprecian y les quieren y que les permitirán desarrollar su personalidad. Ayudarles a enfrentar solos los problemas del día a día es también una muy buena práctica: exponer un desacuerdo a un amigo, enfrentarse a un abusón, preguntar en clase… cosas que se pueden ensayar previamente, por ejemplo, o escribir. Eso sí, sin dejar a un lado la espontaneidad, dándose permiso para ser como se es sin avergonzarse de ello, y diciendo y haciendo exactamente lo que desean y lo que sienten -siendo asertivos- siempre que eso no haga daño a los demás.
Es un buen momento para reforzar la cualidad de ser único y honesto. Uno mismo. Y hacerles entender que no siempre es posible gustar a todo el mundo y que no todas las opiniones/críticas tienen por qué ser válidas. Si somos capaces que interioricen y asuman esto tendrán mucho ganado ya que verán reforzada su autoestima y ganarán seguridad en sí mismos, tan necesaria para todos, pero más todavía en su caso. Así conforme vayan creciendo podrán aprender a afrontar la timidez, mediante la adquisición de habilidades sociales, sobre la base de la educación recibida.
Como comentamos respecto a este tema en las edades anteriores, también debes tener en cuenta que cada persona es un mundo y que mientras unos disfrutan estando rodeados, otros se sienten bien en entornos más reducidos. La clave es justo esa: la felicidad. Lo importante es que tu hijo/a sea feliz, y si es tímido, que su timidez no le frene, ni le haga ser infeliz, o le permita adaptarse a las diferentes situaciones que se encontrará en su día a día a lo largo de su vida.