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¿Por qué no se quiere disfrazar?

Hace unos meses tuvieron lugar las celebraciones de Carnaval y los colegios y las escuelas infantiles no dudaron en sumarse a la fiesta y a todo lo que esta conlleva: cambios en el vestuario del día a día de los niños y niñas y en su rutina. Pasacalles. Actuaciones… Y esto, que muchos esperan con ilusión, a otros no les gusta absolutamente nada.

¿Qué podemos hacer cuando no quieren disfrazarse? ¿Qué motivo puede haber ante dicha negativa?

Lo primero y más recomendable es no obligarles a hacerlo ni tratar convencerles si no se encuentran cómodos. Desdramatizar -disfrazarse no es ninguna necesidad vital- e intentar que la presión social no haga que para ellos se convierta en una imposición es fundamental. Permitámosles elegir. Respetemos y validemos sus decisiones porque esto será muy beneficioso para su propio bienestar -ahora y en el futuro- así como para un sano desarrollo de su autoestima.


Cuando los niños y niñas son bebés los papás y mamás acostumbran a disfrazarles según sus gustos y preferencias, ya que los pequeños suelen dejarse.

Aunque algunos comienzan a dejar ver su carácter y su sensibilidad demostrando su ilusión o su descontento -por ejemplo, ante las estreches o los picores de la ropa de disfraces- por regla general, durante la primera etapa de la infancia, los bebés suelen ser depositarios de nuestros gustos: ropa, cortes de pelo, disfraces… sumándose en este último caso el que los pequeños no cuentan con ningún sentido del ridículo.

A partir de los dos años, los niños y niñas comienzan a comprender mejor cuál es su imagen y la de los demás. Y a algunos no les gusta nada que esta se vea “desbaratada” cuando les disfrazamos y se convierten en otra cosa. Es cierto que la mayoría lo disfruta, pero para otros puede suponer todo un reto. ¿Es esto algo raro? No. Para nada. Quizás él o ella sea más consciente que los demás de su identidad y disfrazarse no le suponga ningún juego.

Es importante que no le compares con los demás utilizando el argumento “todos lo hacen” porque cada niño tiene derecho a ser como es, siempre que sea respetuoso con los demás y con el mundo que le rodea. Además, estamos seguros de que cuando crezca, en el futuro, no te gustará que utilice este argumento para justificar determinadas acciones o comportamientos ¿La solución? ¡Fuera disfraz! El mundo no se va a acabar por esto. Y si quieres conseguir alguna concesión, prueba a cambiarle el color de los calcetines, a ponerle un sombrero o un gorro -nada más- o un detallito que haga saber a los demás que está participando.

Si conforme va creciendo sigue sin querer disfrazarse ¡No hay necesidad! ¡No le van a suspender en Carnaval! Aquí comienzan a hacer acto de presencia otras razones que no existían cuando era pequeño: el sentido del ridículo y el querer o no querer hacer lo que los demás hacen; es decir, cómo soportar la presión de grupo.

Ir contracorriente es una forma de afianzar su personalidad y demostrar que tiene opiniones propias que puede hacer valer perfectamente. Y esto es algo a lo que va a tener que enfrentarse en algún momento en su vida y en más de una ocasión.

Como adultos tenemos que enseñarle lo importante que es saber elegir las batallas y que esta en cuestión no tiene mayor complicación. Anímale a hablar con su tutor o tutora en privado para que pueda exponerle las razones de por qué no quiere disfrazarse. Y si le convence, que estamos seguros de que así será, habrá dado un gran paso obteniendo, además, una dosis extra de confianza.

Cabe decir que la forma cómo se vive en casa este tema va a influir y mucho. Si a vosotros os gusta quizás entonces sea más inusual que a alguno de los miembros de la familia no le guste. Pero, si no es así ¡No pasa nada! No es ninguna tragedia y, desde luego, no habrá que forzar al pequeño/a a hacer algo que le haga sentir mal y, además, en conflicto porque sencillamente será contraproducente tanto para él o ella como para vosotros.

De 0 a 3, de 3 a 6 y de 6 a 12 años
De 12 a 16 y de 16 a 18 años

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