¿Qué hago con este enfado?
El enfado es una emoción que demuestra que, como seres racionales, tenemos sentimientos, ideas y pensamientos propios que en ocasiones pueden hacernos sentir contrariados en nuestra relación con los demás, y con el que debemos de tener cuidado para no quedar atrapados en él, tal y como les sucede a determinadas personas que parecen vivir en un permanente estado de enfado.
Está claro que las cosas no son, ni van a salir siempre, como nos gustaría que fuesen, pero debemos intentar ser positivos y optimistas y ver el vaso medio lleno y, si nos enfadamos, contar hasta diez, respirar profundo y darle la vuelta al conflicto. Porque la satisfacción de resolver las cosas nos hace crecer en autoestima y, a su vez, nos ayuda a madurar como personas.
Cuando los niños van creciendo, para que puedan aprender a gestionar sus enfados de la mejor manera posible, es recomendable explicarles que existen diferentes graduaciones del mismo y que no todas deben afrontarse de la misma manera, es decir, no todos los enfados son iguales: hay emociones negativas, incomodidad, decepción, desconfianza… Por otro lado, cada niño es diferente y según su manera de ser los enfados adoptarán una forma u otra y serán más o menos “intensos o visibles”.
Poco a poco deben aprender a enfrentar cada situación según la importancia que le corresponda, relativizando y detectando determinados tipos de enfado con los que no merece la pena gastar el tiempo, ya que no es lo mismo estar enfadado porque tu hermano se ha comido el último helado que quedaba en casa, que estar decepcionado porque tu amigo, en el que confías, se ha burlado de ti.
Por otro lado los adultos no debemos dudar nunca de los motivos de sus enfados. Podemos no compartirlos o incluso parecernos irrelevantes, pero para ellos no lo son, así que quitarles importancia les hará creer que no les entendemos ni hacemos el esfuerzo de ponernos en su piel. Intentemos empatizar y decirles: “Sé que te sientes mal, sé que el problema lo ves así y que parece una montaña…” para, a continuación, exponerles nuestros argumentos e intentar dar la vuelta a la situación. No se trata de sermonear, sino de mostrarles otra visión de las cosas, y las posibles soluciones, pero sin aleccionarles ya que si no desconectarán por completo.
Ante problemas más importantes que les hacen estar enfadados por motivos más complejos la solución ideal es animarles a afrontarlos con sinceridad y expresando lo que sienten: “estoy enfadado porque a mi hermano siempre le dan la razón”; “estoy enfadado porque un compañero de clase me pide cosas prestadas y nunca me las devuelve”, “estoy enfadado porque el profesor me ha castigado sin motivo”… para así poder hablar con la persona o personas implicadas, intentado resolver el enfado, y aprendiendo a ceder cuando sea necesario.