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¡Siempre vamos tarde!

 

El tiempo es una convención pública, una dimensión que, como la del espacio, nos permite situarnos, organizarnos e incluso relacionarnos con los demás y con el mundo.

Su percepción es algo muy particular y cada persona, desde pequeña, aprende a calcular instintivamente cuánto tiempo necesita para tomar el desayuno, arreglarse o prepararse para salir… Es un ajuste cerebral único que, además, depende de otras muchas cuestiones como por ejemplo lo mucho o lo poco que estemos disfrutando de una actividad, ya que una tarde entre amigos pasa rapidísimo y una hora de tareas escolares puede parecer una eternidad.

Por eso es muy importante que eduquemos a los niños en la puntualidad y el respeto hacia el tiempo de los demás ya que de esta manera tendrán mucho ganado en lo referente a este tema en la edad adulta.


A partir de esta edad lo importante es que corrijan cualquier hábito inadecuado que hayan podido adquirir en el pasado, porque siempre se está… ¡a tiempo! Es fundamental que comprendan que la puntualidad, el cumplir con el horario o llegar a la hora es una cuestión de respeto, de tener en cuenta que nuestro tiempo es tan importante como el de los demás y que, si nos molestamos cuando nos dejan plantados o esperando, cuando ellos lo hacen provocan la misma reacción.

Por otro lado, la impuntualidad es uno de esos defectos que puede hacer que pierdan oportunidades en la vida, ya que es una cualidad valorada en el sistema académico y también en el mundo laboral. Una muestra y una prueba de responsabilidad y de cumplimiento, más allá de las habilidades o de las capacidades que se puedan tener.

Uno de los problemas de los adolescentes es su tendencia a programar el tiempo de forma incorrecta: pensar que va a dar más de sí de lo que realmente da les hace creer que en una hora, en teoría, podrán repasar o terminar todo eso que tenían pendiente o que incluso contarán con el tiempo necesario para desplazarse y llegar puntuales a una cita. Si eres consciente de que le ocurre eso, enséñale a que aplique la regla “X3”. Si él cree que necesita tiempo determinado dile que lo multiplique por 3. Porque la apreciación juvenil generalmente va por ahí. Y si ves que con el tiempo se ajusta, id corrigiendo; pero de momento, la regla no va a sobrar. También aquí eliminar las interferencias y las distracciones -móviles, pantallas y cualquier otra cosa que no sea música ambiental- ayudará bastante.

Sin horarios, sin la puntualidad y  sin respeto hacia los demás nuestro mundo sería un caos. Vivimos en sociedad y, como tal, debemos comportarnos con educación, enseñando con el ejemplo para que los niños, y no tan niños, puedan aprender de nosotros.

De 0 a 3 y de 3 a 6 años
De 6 a 12 años
De 12 a 16 y 16 a 18 años

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