Sobreprotección a raya
Es un hecho que para que los niños y niñas puedan crecer y desarrollarse de forma integral y plena, además de tener sus necesidades básicas cubiertas, deben de recibir mucho amor y protección para, de este modo, sentirse seguros y confiados para explorar el mundo que los rodea y relacionarse con su entorno de una forma adecuada que incida en su correcto desarrollo emocional.
La cuestión está en ¿cuánta es la protección idónea para no caer en la sobreprotección? sabiendo que esta conlleva un menor nivel de autonomía, así como mayor dificultad para enfrentarse a los problemas del día a día que se les plantearán a los niños, niñas y jóvenes a lo largo de su vida -incluyendo la edad adulta-.
Está en nuestra mano proteger adecuadamente sin caer en un exceso que reste su confianza y autonomía.
Conforme los niños y las niñas van creciendo uno de los objetivos fundamentales es que puedan conseguir la máxima autonomía posible, siempre que no se ponga en peligro su seguridad. Y esto significa aprender a cumplir con sus obligaciones, siguiendo una rutina -por ejemplo, al llegar a casa se merienda y se hacen los deberes- y asumiendo sus errores sin perder de vista que todos nos equivocamos y que estos son una parte fundamental de nuestro aprendizaje. No puedes ser tú quien esté pendiente de qué tiene que hacer, al menos no siempre, ni de resolver si, por ejemplo, se ha dejado los deberes, el escribir a otros padres o madres para que te los envíen. Es ella o él quien debe responsabilizarse de cumplir con sus obligaciones escolares y si se le olvida un día no pasa nada pero lo que tenemos, y sobre todo, tienen que tener muy claro es que no se puede convertir en una costumbre.
En el mismo orden de cosas, respecto al resto de tareas asignadas, deben responsabilizarse de hacer su mochila, repasar su agenda y estudiar con el tiempo necesario para las pruebas o exámenes. Puedes echarles un cable cuando algo sea complicado pero ni puedes, ni debes, estar a su lado todo el tiempo. Es su trabajo y, si lo sobreproteges haciéndoselo o facilitándoselo, le parecerá que es tu obligación, cuando en realidad es la suya. Si queremos niños responsables debemos darles responsabilidades a su medida que cumplir. Y estas deben de plantearse como algo normal. No son ningún castigo, y se realizan como algo cotidiano.
Además, respecto a los errores, ver el resultado o las consecuencias de estos es una gran fuente de aprendizaje. Si te los ahorran, no los aprendes. Mientras que si los cometes, es más fácil que no vuelvan a suceder. Se trata de no intentar ahorrarles todos los sinsabores o frustraciones en la vida porque eso, a la larga, hará que no sean capaces de afrontarlos, algo nada beneficioso para su desarrollo personal ni ahora ni en el futuro.