Niños alegres y optimistas. Educando la actitud
Nuestro carácter, nuestra forma de ser, pensar y actuar, consiste en una combinación de diferentes variables como son la parte genética -heredada de nuestra familia-, la educación que hemos recibido y las experiencias que vivimos de niños y jóvenes. Todo ello va marcando nuestra forma de ver la vida y de comportarnos e, independientemente de cual sea el resultado, es un hecho que ser alegre y optimista ante la vida, y con las personas que nos rodean, es algo que nos hace parecer más seguros e interesantes hacia los demás, y que está al alcance de todos ya que, con independencia de cómo sea nuestro carácter “de base”, es un tema de educación de la actitud.
Las personas contentas y optimistas transmiten sensaciones muy positivas: felicidad, seguridad, pasión, sensación de que todo se puede llevar a cabo… ¡Hagamos que los niños sean así! Para ello debemos mostrarles desde muy pequeños que la vida es un regalo, que tenemos que estar contentos, disfrutarla al máximo, y relativizar los problemas que no sean importantes, ya que casi todo tiene solución, y con alegría y optimismo las cosas salen mucho mejor.
Hasta el inicio de la Primaria la vida parece simple y feliz: las principales obligaciones de los niños consisten en jugar, divertirse, cantar, bailar, dibujar, pasear con la familia, ir al parque… Todo actividades lúdicas y entretenidas.
En Primaria, nada tiene por qué cambiar. Aunque los horarios de la escuela puedan ser más estrictos, o haya más tiempo de estudio, hay que transmitirles día a día la ilusión por las cosas. Nosotros, como adultos, podemos ayudarles a que aprendan a disfrutar al máximo de los momentos. Hasta de los más sencillos. La vida es maravillosa y, si tienen una actitud positiva, optimista y de curiosidad por el mundo, podrán disfrutar de todo y ese hábito les servirá en el futuro en el instituto, la universidad, el trabajo…
También podemos enseñarles que otra forma de ser felices es compartiendo, ayudando y siendo generosos con las personas y con el mundo que les rodea. Hay que explicarles desde bien pequeños la gran suerte que tienen de tener una familia que les quiere, les cuida y les protege. Y que ayudar a sus compañeros cuando tengan problemas, a sus padres en casa, ser respetuosos con el planeta… son pequeños gestos y grandes acciones que les harán sentirse felices y optimistas.
La vida, sin embargo, a veces también les hará sentirse tristes o enfadados. No pasa nada. Son sentimientos y estados de ánimo por los todos tenemos que pasar, que hay que aprender a gestionar, reflexionando sobre qué nos afectó, y llorando si es necesario para desahogarse. Además, no debemos olvidar que, si nos ven preocupados cada vez que no están alegres, pueden aprender a utilizarlo como chantaje emocional y eso no nos conviene en absoluto. Hay que estar atentos a cuando esos momentos duran demasiado tiempo o no tienen un origen claro, para ver si detrás de esa tristeza hay algo más, si hay un problema que no cuentan (en eso nos ayudarán sus profesores y amigos) o una preocupación que, una vez se habla, se desvanece.