Niños complicados
Desde pequeños hay niños que parecen ir solos, mientras que con otros cada día puede llegar a convertirse en algo similar a un desafío. Y cuando los retos permanecen en el tiempo es normal que lleguemos cansarnos o que estemos tentados de tirar toalla y desistir de educar en el camino inicialmente marcado.
Si te encuentras en este punto y piensas que te ha “tocado” un niño o una niña difícil en algún sentido es fundamental que no desesperes y pienses que está todo perdido. Cabe empezar diciendo que no hay trucos ni recetas mágicas. Cada niño es un mundo (más tranquilos, más nerviosos, más demandantes, menos,…) y algunos consejos, aunque resulten obvios, pueden llegar a ser efectivos cuando las cosas no van bien o cuando el día aparece nublado en la vida de los pequeños.
La personalidad de los pequeños suele despuntar durante la etapa de primaria ya que las grandes dificultades para gestionar las relaciones, las frustraciones o los miedos van a salir con mucha más probabilidad a estas edades debido a que el campo de entrenamiento escolar facilita muchos encuentros con personalidades afines y con otras que no lo son tanto. Sus amigos y sus “enemigos”, estos últimos, a menudo, más parecidos a ellos o ellas de lo que quisieran reconocer ya que no es ningún secreto que las personas que se parecen tienden a chocar, mientras que las que son diferentes suelen complementarse.
Los niños “complicados” a esta edad suelen ser básicamente de dos tipos: los más impetuosos o peleones, que utilizan el enfado y el desafío, o pegan, como respuesta o herramienta para gestionar sus necesidades. Y los que optan por ser calmados pero, a sus vez, igual de indomables, Aquellos que no responden ni se rebelan pero que, sencillamente, no hacen ni obedecen. Es un hecho que ambos extremos pueden resultar exasperantes pero convivir con un niño que grita, insulta o incluso agrede -a nosotros o a sus hermanos- es intolerable además de complicado de gestionar.
Si para todo -estudiar, hacer los deberes, ducharse, comer, ir a la cama, relacionarse con sus hermanos o con vosotros- tenemos una “batalla abierta” no lo podemos dejar pasar. Será necesario ponernos a trabajar en colaboración con el colegio y, en el caso de haberlos, con los especialistas que con los que el centro cuente o buscar ayuda de forma externa a través del centro de salud o privadamente. Aunque saquen buenas notas e incluso aunque parezcan observar las normas en clase. No es normal, ni aceptable, ni positivo para ellos ni para la familia vivir así, así que necesitamos ayuda y normas claras.
En situaciones extremas podemos estar ante algún caso complejo. Un patrón conductual que lleva a los niños a enfrentarse a figuras de autoridad de forma persistente ya sea en el hogar, en el colegio o en ambos sitios a través de conductas desafiantes, hostiles y oposicionistas. Los niños y niñas que tienen este problema, en mayor o menor grado, pueden llegar a hacernos perder la calma (y, además, a propósito) por lo que lo que se suele aconsejar en estos casos es hacer acopio de una buena dosis de paciencia, aunque a veces pueda parecer imposible. Todo ello con el claro objetivo de que no consigan aquello que persiguen, ya que si reaccionamos gritando, enfadándonos o perdiendo los nervios lo habrán conseguido y, además, desarrollaremos un sentimiento de culpa por no saber cómo gestionar estas situaciones y por reaccionar así ante y con nuestros propios hijos porque ellos no lo pueden evitar y necesitan nuestra ayuda más que nunca.
Debemos ponernos en manos de especialistas para aprender estrategias que nos ayuden a que, por un lado, no nos afecte su forma de actuar y también para que ellos sepan qué les pasa y puedan expresar claramente lo que quieren o necesitan para así poner límites y consecuencias eficaces y no desproporcionadas ni incoherentes. Unidos, y todos a una, con un buen plan para salir de este bucle que hace tan infeliz a tantas personas; y con muchas dosis de paciencia y esperanza en que se puede lograr. Si lo hacemos ahora podremos ahorrarles una adolescencia mucho más dura y una edad adulta donde puedan aparecer conflictos familiares, de pareja y laborales. Es un gran reto y una gran inversión a la vez en la que todos (padres, hermanos, abuelos, profesores, amigos y él o ella mismos) tienen que involucrarse y participar porque está en juego la felicidad de mucha gente, empezando por la suya propia.