¡Siempre vamos tarde!
El tiempo es una convención pública, una dimensión que, como la del espacio, nos permite situarnos, organizarnos e incluso relacionarnos con los demás y con el mundo.
Su percepción es algo muy particular y cada persona, desde pequeña, aprende a calcular instintivamente cuánto tiempo necesita para tomar el desayuno, arreglarse o prepararse para salir… Es un ajuste cerebral único que, además, depende de otras muchas cuestiones como por ejemplo lo mucho o lo poco que estemos disfrutando de una actividad, ya que una tarde entre amigos pasa rapidísimo y una hora de tareas escolares puede parecer una eternidad.
Por eso es muy importante que eduquemos a los niños en la puntualidad y el respeto hacia el tiempo de los demás ya que de esta manera tendrán mucho ganado en lo referente a este tema en la edad adulta.