Navidad y solidaridad
Llegan las fiestas navideñas y los niños y niñas no son ajenos al “ajetreo comercial” que suponen estas fechas. Los pequeños son objeto de muchísimas campañas publicitarias y, en ocasiones, la cultura del “tener” pasa a ocupar un primer plano. Por eso es tiempo de analizar la situación e incluso de ponerla bajo la lupa. Porque ni todo el mundo puede permitirse pedirlo todo ni tampoco esto es lo más recomendable a nivel educativo.
Quizás por ello, con el Día Mundial de la Solidaridad cercano -20 de diciembre-, finales de año sea una época estupenda para poder darle la vuelta a todo y rescatar aquellos valores que sí son verdaderamente fundamentales: la solidaridad, la amabilidad, la generosidad, el pensar en los demás, dar las gracias y poder sentir la alegría de la magia de la Navidad.
Los niños son los protagonistas de nuestras vidas. Lo más importante. Y eso es algo maravilloso, porque necesitan sentirse queridos, cuidados, protegidos y valiosos. Pero hay un momento en que esta devoción debería encontrar un “camino de vuelta”. Algo que les lleve a preguntarse ¿Cómo puedo yo ayudar a los demás? Nosotros, como adultos, debemos de animarles a ser generosos. A ser buenas personas. Y a pensar en los demás. Y esto se “construye” básicamente sobre dos premisas: observando lo que ocurre a su alrededor con genuino interés y haciendo todo aquello que esté a su alcance para ayudar a los demás.
La primera parte está en nuestras manos. Lamentablemente el mundo no es de color de rosa, sino que tiene muchos claroscuros. Hay personas que sufren y su sufrimiento no puede ni debe ser algo de lo que podamos apartar la vista. Evidentemente, no se trata de suscitar dolor a los pequeños, pero tampoco de hacerles creer que el mundo es un lugar feliz sin más porque no todos tienen la misma suerte que han tenido ellos.
Debemos tratar de formar personas críticas y compasivas -seguro que lo son cuando se preocupan por sus amigos o de su familia-. Por eso, si suceden cosas malas no deberíamos tratar de ocultárselas, sino explicárselas a su nivel para que puedan empatizar y ponerse en el lugar de los demás. El siguiente paso natural sería alentarles a aliviar de alguna forma ese sufrimiento, dándoles a conocer que existen diferentes formas de hacerlo. Ya que no podemos inculcarles la creencia de que no les corresponde, que otro lo hará, y que por tanto pueden ignorarlo sin más.
Debemos de ser plenamente conscientes que hay cosas que son demasiado “grandes” como para que un niño pueda remediarlas: pobreza, enfermedad, soledad… pero sí que pueden sumarse a distintos actos solidarios que las personas mayores lleven a cabo. Desde una recogida o donación de comida o ropa, hasta compartir esa causa o preocupación con los demás.
Una opción muy interesante sería hacerles reflexionar sobre si podrían vivir sin cosas que no son realmente necesarias. Desprenderse de objetos que no han usado o que podrían servir a otros, perdiendo así poco a poco, y de manera gradual, el apego a las cosas materiales. Finalmente, también pueden contribuir con su esfuerzo a hacer más felices las Navidades (o cualquier otra época del año) a las personas a las que quieren. Y que hay que estar agradecido por aquello que se tiene y no angustiado por lo que no, cuando no es vital.
Y, como comentábamos en el anterior rango de edad, para vosotros, igual. Siempre os decimos que los niños, niñas y jóvenes aprenden de lo que hacemos y no de lo que decimos. Así que, por favor, para ser comedidos con las cosas y pródigos con los cumplidos, las palabras cariñosas y los abrazos tan necesarios para ellos.