Niños altamente sensibles
¿A tu hijo o a tu hija le incomoda siempre o casi siempre la etiqueta del jersey? ¿Se apena con las contrariedades con un sentimiento que te llega al alma? ¿Te da la sensación, o te dicen constantemente, que es muy sensible? Puede, entonces, que sí lo sea. De hecho todos lo somos en parte. Todos reaccionamos a los estímulos y a las emociones pero alrededor de un 15% de la población los siente de una forma más intensa. Por encima de la media. Son las denominadas Personas Altamente Sensibles (PAS) y es muy probable que si tú hijo o hija es así alguno de vosotros -padre o madre- también lo seáis o lo hayáis sido en vuestra infancia ya que esta forma de ser suele heredarse.
Lo ideal en estos casos es que el pequeño, pequeña o joven pueda complementarse con personas menos sensibles que le aporten la tranquilidad que necesita, quitando hierro a las cosas que le afectan. En cualquier caso, ser una Persona Altamente Sensible no es para nada algo malo. Cada uno tenemos nuestra forma de ser y debemos de respetarnos con nuestras peculiaridades, aceptando e integrando las diferencias ya que estas enriquecen nuestra vida y a la sociedad en general.
Ser una Persona Altamente Sensible significa contar con una forma diferente de ser y, además, de aprender. Como indicábamos en anteriores rangos de edad las Personas Altamente Sensibles suelen caracterizarse por poseer un sistema de recepción de los estímulos a todo volumen, lo cual suele ser beneficioso en el terreno del aprendizaje debido a su alto potencial para captar la información con todos sus detalles. Si bien es cierto que los sistemas rígidos de enseñanza no suelen a favorecerles, encontrándose más cómodos con métodos que les permitan aprender de una forma más libre.
En la escuela, en su día a día, quienes son altamente sensibles reciben muchísimos inputs de manera constante. Son súper empáticos. Miran a los ojos. Saben distinguir el estado de ánimo de unos y otros. Detectan la mentira. Analizan cada palabra y leen entre líneas aunque no sea necesario. Y esa sobrecarga de información emocional puede resultar realmente agotadora.
Además, les suele costar más hacer muchos amigos. Y compartir, jugar juntos en grupos numerosos, o participar en clase no es algo que les haga sentir especialmente cómodos, pudiendo incluso llegar a bloquearles.
También en el colegio, y tras tantas emociones, necesitarán momentos de soledad, dándoles el trabajo individual el merecido descanso que requieren. Es bueno que sus profesores sepan que para ellos participar, leer o responder en voz alta, así como disfrutar de las actividades colectivas supone hacer un esfuerzo extra. En todo caso hay que poner especial atención a las relaciones con otros en términos de acoso escolar porque, lamentablemente, es más fácil que puedan convertirse en víctimas de este. Por eso estar atento a cómo regresan a casa, a cambios del estado de ánimo persistentes, del apetito o del sueño se vuelve más fundamental si cabe.
Es importante que los docentes estén al tanto de su carácter y su sensibilidad y que, como educadores expertos, sepan integrar las diferentes personalidades con las que se encuentran en el aula. Estar en contacto con el equipo educativo para, juntos, abordar las dificultades que puedan ir surgiendo y trazar estrategias conjuntas que les ayuden en su día a día será de muy beneficioso y positivo para ellos.
Hacerles ver que nadie tiene derecho a hacerles daño, pero que ver siempre algo detrás de un gesto o una palabra, a menudo, no tiene sentido y les hará sufrir.
El humor y el amor, como siempre, son dos grandes aliados para enseñarles a aprender a rebajar la intensidad y la presión. Un “no pasa nada” a tiempo, y en cada momento que sea necesario, les ayudará a relajarse y les enseñará a desdramatizar. La cercanía de un animal doméstico -si entra en vuestros planes- también puede resultar muy beneficioso pues le aportará momentos de paz, tranquilidad, felicidad y cariño.